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jueves, 9 de mayo de 2013

Crecer

De pequeña solía pensar que mis peluches tenían sentimientos, que podían hablar conmigo y durmiendo a todos los abrazaba para que no se ofendiesen. Que las hadas existen, que hay seres fantásticos escondidos, la magia,  que podía volar.... Las gotas de lluvia hacían carreras, un pañuelo te hacía cambiar el mundo, le sacaba provecho a una simple historia, esperaba con ansia todas las navidades, levantandome corriendo por la mañana a ver esos regalos que mágicamente habían llegado a mi salón. Quería ir a Huelva porque mi abuelo me iba a esperar con su gazpacho, y allí estaban mis queridos primos, con los que inventaba infinidad de historias...
Nuestro mayor deseo era crecer, ser mayores, altos y fuertes, parecernos a nuestros padres,...
Respecto a eso, la gente me decía que me arrepentiré, que la infancia es corta y la iba a echar de menos, pero yo me empeñaba en querer crecer.
Ahora que la infancia se fue me doy cuenta de que tenían mucha razón, echo de menos esa inocencia y esa ilusión, que mi mayor problema sea que no me deja el juguete... Es algo especial, pero al fin y al cabo, todas las etapas de la vida tienen su «qué» y hay que disfrutarlas en cada momento... Y creo todos convivimos en pensar qué es lo más bonito de la adolescencia. ¿O no?

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